Instalados en hamacas y con radios de comunicación trabajaban los hombres que formaban parte de las “garitas” que se habían establecido a lo largo de 93 kilómetros del golfo de Guayaquil. En la zona conocida como el estero Carrizal se ubicaban para alertar a sus cómplices de la llegada de las embarcaciones de la Infantería de Marina.
Así, durante algunos meses el señalado como narcotraficante Carlos G., conocido con el alias de Comandante Carlitos, quien fue detenido la semana anterior en Samborondón, operó para contaminar los buques que salían de los puertos del sur de Guayaquil.
De esta forma, la implementación de escáneres y la presencia de militares en las instalaciones portuarias no afectó el negocio ilícito, y la salida de la cocaína se seguía dando, según información policial.
Comandante Carlitos era seguido desde hace dos años por la Policía Nacional debido a crímenes y decomisos de alcaloide y, según la investigación realizada por los agentes, la organización integrada por ecuatorianos, colombianos y venezolanos estableció su centro de operaciones criminales cerca del puente El Velero, junto a un club náutico ubicado en la margen del estero Salado.
Los agentes descubrieron que también salían con los sacos de yute desde el muelle de la Fragata y que incluso se instalaron en un terreno cercano al golfo de Guayaquil, donde antes funcionaba una camaronera.
Ahí construyeron una casa de dos pisos y permanecían hombres armados con fusiles, dijo un agente, que detalló que en este lugar la organización montó un campamento bajo la fachada de una camaronera, pero no tenían título de propiedad. Y así utilizaron las extensas áreas de manglar y zonas marinas adyacentes para camuflar drogas, armas y explosivos.
Fuente: El Universo
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