Como centros de poder de la delincuencia organizada, las cárceles crean toda una serie de conexiones que repercuten en las calles. Allí se originan las órdenes, el mando de las bandas criminales, comprometido por la recia militarización del estado de conflicto interno.
La intervención conjunta de militares y policías en las prisiones, tras el estado de excepción decretado el 9 de enero de 2024, afecta la comunicación de los cabecillas de grandes grupos narcoterroristas con sus huestes en las calles.
Este nuevo escenario genera, por ahora, un vacío de liderazgo de los grupos predominantes, de acuerdo a fuentes policiales que reconocen que bandas más pequeñas ganan terreno, por ejemplo, en un enclave del narcotráfico como el sur de Guayaquil.
La militarización genera crisis y oportunidad al crimen. En el complejo carcelario de Guayaquil -el más grande y violento del país- la intervención de la Fuerza Pública afecta por ahora a pabellones como los de Los Choneros -sin un líder claro tras la fuga de alias ‘Fito’-.
También deja incomunicados a cabecillas de Los Lobos, Los Tiguerones, Latin Kings y Chone Killers.
Mientras que grupos más autónomos, de alcance local, como Tiburones y Mafia-18, amplían sus operaciones en la zona sur de la ciudad, cercana a los puertos marítimos, clave para la contaminación con drogas de contenedores y buques mercantes.
Fuente: Primicias
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